Si estamos en la cocina, seguramente en algún momento habremos visto alimentos podridos y llenos de moho. Además, si pasamos por vertederos o lugares donde se haya tirado materia orgánica, es muy probable que veamos gusanos y moscas alrededor. Esto nos parece algo normal, pero quizás nunca nos hayamos planteado la siguiente pregunta: ¿De dónde venían estos pequeños seres vivos?
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La respuesta a esta pregunta no ha estado siempre clara, ya que el origen de los seres vivos ha sido siempre un fenómeno misterioso, y desde la antigüedad, la humanidad ha tratado de explicarlo de maneras muy distintas. La búsqueda de la respuesta a esta pregunta se remonta muy atrás en los tiempos: por ejemplo, en el antiguo Egipto, cuando el río Nilo se desbordaba en primavera, fertilizaba las tierras que se inundaban, y después se podían cultivar cuando bajaba el nivel de las aguas. En estas tierras, aparecía una gran cantidad de ranas que los egipcios no habían visto durante la época en la que los alrededores del río estaban secos, y por ello, se creía que aparecían espontáneamente.
El bien conocido filósofo Aristóteles también intentó dar respuesta a esta cuestión, y creó una teoría acerca de ello. En el siglo IV a. C. creía que los seres vivos sencillos, se podían originar espontáneamente. Tenía tanto prestigio que sus ideas sobre el origen de los seres vivos no se discutieron durante mucho tiempo, y durante siglos se creyó que ciertos seres vivos, como por ejemplo insectos, gusanos e incluso animales más grandes como ranas y ratones podían originarse no sólamente a partir de sus progenitores, sino que también directamente del barro, el estiércol y otras materias sin vida. Esta idea se conoció como la generación espontánea.
Pasado, han sido varios los experimentos realizados por científicos como Lazzaro Spallanzani o Pasteur, quien, mediante un experimento exhaustivo demostró lo contrario: utilizó dos frascos de cuello de cisne . Estos matraces tienen los cuellos muy alargados que se van haciendo cada vez más finos, terminando en una apertura pequeña, y tienen forma de "S". En cada uno de ellos metió cantidades iguales de caldo de carne y los hizo hervir para poder eliminar los posibles microorganismos presentes en el caldo. La forma de "S" era para que el aire pudiera entrar y que los microorganismos se quedasen en la parte más baja del tubo.
Pasado un tiempo observó que ninguno de los caldos presentaba señal alguna de la presencia de algún microorganismo y cortó el tubo de uno de los matraces. El matraz abierto tardó poco en descomponerse, mientras que el cerrado permaneció en su estado inicial. Pasteur demostró así que los microorganismos tampoco provenían de la generación espontánea. Así, Pasteur refutó la idea de la generación espontánea ,y a partir de entonces se aceptó de forma general el principio que decía que todo ser vivo procede de otro ser vivo.
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